Ángel Soto | Periodista cultural / Editor / Traductor /

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Rodrigo García Barcha

Foto: Ángel Soto


“El cine no es un arte que filma vida, el cine está entre el arte y la vida”, dijo Jean-Luc Godard. En un intersticio similar transcurre la nueva película del realizador Rodrigo García Barcha (Bogotá, 1959).

En Familia (que Netflix estrenará en su plataforma el próximo 15 de diciembre), Leo (Daniel Giménez Cacho) convoca a los suyos al rancho de olivos que desde siempre les ha pertenecido. Sentado a la mesa —ese sitio de convite que a menudo transmuta en tablero de disecciones—, anuncia que ha recibido la oferta de una trasnacional. El tiempo apremia, de modo que Rebeca (Ilse Salas), Julia (Cassandra Ciangherotti) y Mariana (Natalia Solián) deben decidir en pocos días si admiten vender el refugio de su memoria, esa pequeña patria íntima que es la casa de su infancia.

En la siguiente conversación, García Barcha habla sobre la realización cinematográfica como búsqueda de la verdad, el transcurso del tiempo y sus efectos sobre la memoria y la obsesión de los narradores con la muerte, entre otras cosas.

¿Cómo es el trabajo en el día a día durante la filmación, cómo te aproximas a los actores?

Depende un poco de cada actor. Me gusta tener una plática inicial con los actores para estar seguro de que vemos el proyecto de la misma manera. Aparte de eso, trato de no decir demasiado, me gusta que los actores aporten de su imaginación, su experiencia, su vida y sus instintos subconscientes. A los directores y directoras de cine nos pone un poco nerviosos ensayar y ver que hay momentos buenos que no quedaron filmados.

¿Te sucede a menudo?

Sí, me gusta ensayar poco. Me gusta que los momentos lleguen a cristalizarse en el set, pero he de decir que con el tiempo he sentido que el ensayo no necesariamente mata la película. Los actores buenos siempre aportan cosas en el rodaje que nunca hicieron en el ensayo.

¿Cuando escribes y cuando filmas, aspiras a encontrar algún tipo de verdad? 

Es lo único a lo que se puede aspirar. No entiendo el contar historias de otra manera. Por muy fantasiosa o descabellada que sea una película, siempre hay una verdad que se busca. Blade Runner, por ejemplo, es una película sobre qué significa estar vivo. Yo creo que toda película que valga la pena tiene que buscar alguna verdad. Tiene que tratarse de las relaciones humanas, de la vida y la muerte, el amor, el paso del tiempo. Hay temas que todas las grandes películas comparten, independientemente del género de la historia.

Entonces, ¿concibes la realización como una búsqueda?

Sí, claro, todo son preguntas, no hay respuestas. De hecho en esta película no hay respuesta. Al final muchas cosas quedan en el aire, pero lo que más puedo desear es que la gente la vea y se sienta como una cosa humana y real, independientemente de que todo sea ficción.

Hay un tema, que no es precisamente central en la película, pero que hace un comentario sobre el poder económico y sus consecuencias en lo íntimo y en la memoria: una empresa china pretende comprar todo el patrimonio de una familia y eso amenaza la historia, la infancia, la memoria.

Como dijiste, no es un tema principal de la película, pero sí es un síntoma más de que el tiempo pasa y borra las cosas. Eso es lo que ejerce una fuerza sobre esta familia. Pasará de ser un rancho mexicano de varias generaciones a ser un campo de plantíos para una compañía transnacional.

Tiene que ver también con la aceptación.

Claro, la aceptación del cambio, que es inevitable. A veces para los hijos el cambio es más difícil que para los padres. Una persona de la edad de Leo —que es mi edad—, estaría más dispuesta a reinventarse, a hacer algo que lo haga sentir todavía juvenil o emprendedor. En cambio, las hijas quieren que todo siga igual.

¿Piensas que la forma de enfrentar los conflictos está determinada por lo generacional?

Creo que sí es generacional. Por lo que yo he vivido y lo que he visto, la manera en que los hijos retan a los padres es característico de estos días. Hay mucho más ánimo de enfrentar a los padres, señalarles sus contradicciones, sus mentiras, sus manipuleos. En este momento es más común que los hijos sean menos tímidos expresando sus deseos, y quizá revelando su egoísmo.

De manera inevitable, la película también alcanza una reflexión sobre la masculinidad.

No me lo propuse, pero si estás escribiendo sobre hombres tienes que hablar sobre lo que ahora puede significar la masculinidad. Por un lado, Leo es un hombre mexicano, de una generación patriarcal que, además, creció en un mundo conservador. Pero siempre supuse que las hijas lo educaron un poco más. Creo que a los hombres criar hijas los educa bastante, si se quieren dejar educar. Leo es un híbrido de un mexicano un poquito macho, pero bastante evolucionado de otras maneras. Y luego hay un aspecto que no necesariamente es machista: en las familias, cada quién se quiere salir con la suya. Siempre hay que tratar de distinguir entre qué es machista y qué es sencillamente egoísta.

En una escena, un personaje se pregunta por qué los escritores están obsesionados con la muerte. ¿También los cineastas?

Realmente creo que los escritores, sobre todo los novelistas y cuentistas, están obsesionados con la muerte y con el cambio. La muerte es, por supuesto, el cambio más grande que habrá nunca. La pérdida, el paso del tiempo que borra las cosas, el cambio, las emociones, las relaciones, los lazos afectivos… Toda esa pérdida es el territorio más literario. El contrapunto de eso es la familia, donde siempre estamos atados los unos a los otros, hasta en las familias en que la gente se lleva mal.

¿Cuáles son tus obsesiones temáticas?

Todo lo mío está en la película. Familia refleja todas mis ideas, mis sentimientos. Es un desnudamiento total. Cuando filmamos, había momentos en que veía a Daniel (Giménez Cacho) y me sentía totalmente expuesto. Yo no soy ese personaje, pero sí compartimos muchísimo.

¿Experimentaste pudor al filmar esta película?

Siempre lo hay. Incluso a veces ocurre con personajes femeninos que están expresando sentimientos muy míos, aunque están suficientemente escondidos. Pero al momento de filmar ciertas escenas sí hay momentos en que me siento ahí pintado.

¿Qué representa la familia para ti?

En términos creativos, es el terreno más fértil. El cine cambiará y cambiarán los libros, todo evolucionará y se podrán hacer películas de muchas cosas, pero la familia como terreno para contar historias es inagotable. Aun si llega el día en que los niños sean criados por inteligencias artificiales, esa será la familia. 

¿Tendrá que haber desdicha en esas familias? Porque para contar historias debe haber conflicto.

Siempre habrá conflicto. Mi impresión es que esta era una familia feliz. Claro que hay conflictos, engaños, incluso algunas traiciones bastante fuertes, pero siguen siendo gente unida. Es inevitable que haya conflicto, porque siempre se trata del individuo contra el grupo y el grupo contra el individuo. Es decir, quiero que todos estemos bien, pero por favor hagamos todos lo que yo quiero. Ese es el toma y daca de la familia.

Quizás es un tema inagotable por aquello que decía Tolstói: “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”.

Exactamente, de hecho en algún momento consideré que esta película se llamara Familias felices, por esa misma frase de Tolstói, pero al final siempre lo más compacto es mejor.


Y ese título es ecuménico, no predispone.

Efectivamente, no hay un juicio, es solo retrato.


Publicada originalmente en Laberinto, de MILENIO.